Escribe Laura Freixas el 9 de octubre 2010 en el EL PAIS:
¿Por qué ha habido, hay todavía, tan pocas mujeres escritoras o artistas? Las respuestas son muchas, pero hay una en la que rara vez se piensa, y que un libro de reciente publicación entre nosotros Dos vidas. Gertrude y Alice, de la norteamericana Janet Malcolm (Lumen)- pone ahora sobre el tapete.
Como cualquier proyecto de altos vuelos, la creación artística requiere dedicación absoluta. En términos cuantitativos, un mínimo de 10.000 horas de prácticas, según los cálculos del sociólogo Malcolm Gladwell (Fueras de serie, Taurus); desde un punto de vista subjetivo, una disponibilidad total, que implicará tensiones, desfallecimientos, obsesión... Una vida, en fin, muy difícil, si no se tiene al lado a otra persona que sostenga emocionalmente al artista y le resuelva la vida cotidiana. Así lo entendió Gertrude Stein. Nacida en 1874 en una familia patricia de Pensilvania, rica, culta, viajada, Stein estaba convencida de ser un genio, y sabía que todo genio necesita una musa; entiéndase: admiradora, amante, mecanógrafa, enfermera y lo que se tercie. Y como tenía la suerte de ser lesbiana, la encontró. "¿Suerte?". En esas circunstancias, lo era. Pues dados los modelos sociales, es muy difícil que un hombre se avenga a hacer de... ¿muso? de una artista. Alice Toklas, en cambio, asumió el papel con toda naturalidad, y el tándem resultante, las dos mujeres que Malcom estudia, fue profundamente desigual, pero impecablemente eficaz: gracias al abnegado amor de Toklas, Stein pudo concentrarse en escribir su obra: novelas, como el monumental Ser norteamericanos, libros de viajes, y una especie de broma francamente machista: la Autobiografía de Alice B. Toklas. En sus páginas, escritas por Stein pero atribuidas a Toklas, ésta se presenta como una dulce ama de casa, aficionada al bordado, la cocina y la jardinería, y encantada de frecuentar a "genios" (así lo dice) como Picasso y Gertrude Stein.
¿Cuántas otras Stein, no puede una dejar de preguntarse, han quedado desaprovechadas por la inexistencia de Toklas masculinos? ¿Cuántas otras Plath, nos preguntábamos tras leer el libro anterior de Malcolm, La mujer en silencio, sobre la pareja Sylvia Plath-Ted Hughes (Gedisa), sucumbieron al conflicto interno entre ser musa del genio o reivindicar la genialidad para sí mismas?... O, yendo más allá: ¿es inevitable definir al artista como un ser egocéntrico, alguien que da prioridad a sus propios deseos sobre las necesidades de los otros, un papel sólo accesible a aquellos a quienes el privilegio de su sexo y de su clase social acostumbraron a ser el centro de atención?... ¿De verdad el sacrificio ajeno es una condición sine qua non de la creación artística? Al fin y al cabo, la idea del "genio", como casi todo, es fruto de una circunstancia histórica -el Romanticismo- y es por lo tanto mudable, discutible... Pero eso ya es otro tema, y no menor.